MANUAL POPULAR DE DERECHOS HUMANOS
Los derechos humanos –dice el autor- son “la máxima conquista de la conciencia jurídica de la Humanidad”. Pero no son adquisiciones de una conciencia abstracta, sino el fruto de las luchas populares en distintas épocas y países. “Debajo de cada derecho corrieron –y corren- ríos de sangre”. Aunque tan costosos, estos logros son también enormemente frágiles. De allí que sea necesario trabajar constantemente a favor de una verdadera “cultura de los Derechos Humanos” y en contra del autoritarismo y la opresión.
En un lenguaje sencillo y sin eufemismos, Garin expone de manera sintética los fundamentos teóricos de los derechos humanos, su significado y contenidos, sus orígenes históricos, su evolución en el mundo y en Argentina, su recepción en las constituciones y en los tratados, y los mecanismos de protección jurídica, de manera de hacer que el Derecho –instrumento de dominación de clase- se convierta en una “herramienta de liberación” al servicio de los pueblos.
Abordando problemáticas actuales y controvertidas como la cuestión de la seguridad y la lucha contra el delito, el mundo de las cárceles, el sistema penal en general, la criminalización de la pobreza, la defensa del medio ambiente, el genocidio aborigen, las consecuencias del terrorismo de Estado, Garin pone en evidencia la estrecha vinculación de todas las formas de autoritarismo y los sofismas empleados para atentar contra los derechos humanos o desconocerlos.
Este manual es “popular” en un doble sentido. Lo es porque no está dirigido a juristas o profesores, sino a la gente común: al estudiante, al militante social y político, a la mujer u hombre solidarios. Y lo es también porque no intenta presentarse desde una presunta neutralidad académica sino desde una clara opción militante a favor de los pobres, los desposeídos, los aborígenes, las minorías oprimidas o discriminadas, sin evitar el posicionamiento político, aunque resulte controversial.
Esta obra tiene el interés adicional de que se encuentra respaldada por la experiencia del autor en veintidós años como abogado de derechos humanos, en decenas de conflictos sociales en que intervino, y en centenares de charlas, conferencias y debates que Garin organizó o brindó para difundir socialmente la “cultura de los derechos humanos”.
En un lenguaje sencillo y sin eufemismos, Garin expone de manera sintética los fundamentos teóricos de los derechos humanos, su significado y contenidos, sus orígenes históricos, su evolución en el mundo y en Argentina, su recepción en las constituciones y en los tratados, y los mecanismos de protección jurídica, de manera de hacer que el Derecho –instrumento de dominación de clase- se convierta en una “herramienta de liberación” al servicio de los pueblos.
Abordando problemáticas actuales y controvertidas como la cuestión de la seguridad y la lucha contra el delito, el mundo de las cárceles, el sistema penal en general, la criminalización de la pobreza, la defensa del medio ambiente, el genocidio aborigen, las consecuencias del terrorismo de Estado, Garin pone en evidencia la estrecha vinculación de todas las formas de autoritarismo y los sofismas empleados para atentar contra los derechos humanos o desconocerlos.
Este manual es “popular” en un doble sentido. Lo es porque no está dirigido a juristas o profesores, sino a la gente común: al estudiante, al militante social y político, a la mujer u hombre solidarios. Y lo es también porque no intenta presentarse desde una presunta neutralidad académica sino desde una clara opción militante a favor de los pobres, los desposeídos, los aborígenes, las minorías oprimidas o discriminadas, sin evitar el posicionamiento político, aunque resulte controversial.
Esta obra tiene el interés adicional de que se encuentra respaldada por la experiencia del autor en veintidós años como abogado de derechos humanos, en decenas de conflictos sociales en que intervino, y en centenares de charlas, conferencias y debates que Garin organizó o brindó para difundir socialmente la “cultura de los derechos humanos”.
abuelas
CONTENIDO DEL MANUAL
PRIMERA PARTE: ¿QUÉ SON Y DE DÓNDE VIENEN LOS DERECHOS HUMANOS?
1) ¿Por qué necesitamos aprender y enseñar los Derechos Humanos?
2) El doble papel del derecho
3) ¿Qué queremos decir cuando hablamos de Derechos Humanos?
4) ¿De dónde viene la noción de los Derechos Humanos?
5) Los Derechos Humanos como limitación estatal
6) Las teorías políticas modernas: contractualismo, gobierno limitado, división de poderes, soberanía del pueblo.
7) Cuando los yanquis todavía eran buenos: la Independencia Norteamericana.
8) La Revolución Francesa y la primera Declaración de Derechos.
9) Para qué sirve una Constitución.
10) Conflictos de valores: ¿derechos o deberes? ¿libertad o igualdad? El nacimiento del socialismo y la lucha por la igualdad real.
11) El problema de la propiedad.
12) El constitucionalismo social y los derechos económicos, sociales y culturales.
13) La internacionalización de los derechos humanos, los crímenes internacionales y los derechos de tercera generación
14) Breve esquema de los derechos humanos
15) Obstáculos a la vigencia de los derechos humanos: la hipocresía jurídica y el cinismo de los grandes poderes.
SEGUNDA PARTE: LOS DERECHOS HUMANOS EN NUESTRA HISTORIA
1)Las violaciones de derechos en la historia.
2)El peligro del negacionismo y la importancia de la Memoria.
3)Un homenaje a Manuel Belgrano y Mariano Moreno.
4) Antecedentes constitucionales:
5) La Constitución de 1853 y las violaciones de derechos bajo la oligarquía.
6) El constitucionalismo social: la Constitución de 1949
7) Las dictaduras militares, la resistencia peronista, la Doctrina de Seguridad Nacional y el terrorismo de Estado.
8)Los defensores de los derechos humanos hacen frente al horror.
9) El Nunca Más y el Juicio a las Juntas
10)Las leyes y decretos de impunidad
11) La Constitución de 1994
12)Derogación y anulación de las leyes de impunidad, juicios por la verdad y reanudación de los juicios a represores.
13)Violaciones de derechos en democracia.
14)El gobierno de Kirchner y los Derechos Humanos como política de Estado.
PARTE TERCERA
DERECHOS INDIVIDUALES Y CONSTITUCIÓN. SEGURIDAD Y DERECHOS HUMANOS. DELITOS Y PENAS
1)La Constitución recoge las tres generaciones de derechos.
2)La Constitución es un sistema armónico de libertad, igualdad y dignidad para garantizar el respeto a los derechos humanos.
3)Derechos expresos e implícitos. El principio de reserva como reafirmación tajante de nuestra libertad.
4)La reglamentación de los derechos.
5) Breve repaso de las normas constitucionales.
6) Reivindicación de la Constitución de 1853.
7) Un debate permanentemente actualizado: “¿Derechos humanos versus seguridad?”
8) Qué son las penas, su justificación y por qué no pueden resolver por sí solas la delincuencia social.
9) Los derechos del individuo en el proceso penal
10) Derechos de las víctimas
11) El mundo de las cárceles
12) La tortura
13) La pena de muerte.
14)Criminalización del conflicto social versus integración
15) La criminalización de la pobreza es una expresión del odio de clase.
CUARTA PARTE: LOS DERECHOS HUMANOS EN NUESTRA CONSTITUCIÓN: DERECHOS SOCIALES Y NUEVOS DERECHOS.
1)La Constitución social de 1949.
2)La “reforma” de 1957 y el artículo 14 bis.
3)El desempleo, la flexibilización, la marginación y el rol dignificador de las organizaciones sociales.
4)La reforma de 1994.
5) El derecho a un ambiente sano.
6) Derechos de usuarios y consumidores.
7) Nuevas normas sobre derechos políticos y participación popular.
8) Garantías de los derechos: amparo, habeas corpus y habeas data.
9)Otras normas protectoras de derechos. Las normas internacionales.
QUINTA PARTE LOS DERECHOS HUMANOS EN EL DERECHO INTERNACIONAL:
1)Un homenaje a Alberdi. .
2)Qué es y para que sirve el derecho internacional de los derechos humanos.
3) La evolución internacional: las Naciones Unidas.
4) La Organización de los Estados Americanos.
5)La protección de los Derechos Humanos en el Derecho Internacional.
6) El Derecho Penal Internacional.
7) El despertar de la conciencia jurídica internacional.
8)El derecho a un ambiente sano como problema global con incidencia en el futuro de la Humanidad.
CONCLUSIÓN: ENEMIGOS INTERIORES DE LOS DERECHOS HUMANOS
1) ¿Por qué necesitamos aprender y enseñar los Derechos Humanos?
2) El doble papel del derecho
3) ¿Qué queremos decir cuando hablamos de Derechos Humanos?
4) ¿De dónde viene la noción de los Derechos Humanos?
5) Los Derechos Humanos como limitación estatal
6) Las teorías políticas modernas: contractualismo, gobierno limitado, división de poderes, soberanía del pueblo.
7) Cuando los yanquis todavía eran buenos: la Independencia Norteamericana.
8) La Revolución Francesa y la primera Declaración de Derechos.
9) Para qué sirve una Constitución.
10) Conflictos de valores: ¿derechos o deberes? ¿libertad o igualdad? El nacimiento del socialismo y la lucha por la igualdad real.
11) El problema de la propiedad.
12) El constitucionalismo social y los derechos económicos, sociales y culturales.
13) La internacionalización de los derechos humanos, los crímenes internacionales y los derechos de tercera generación
14) Breve esquema de los derechos humanos
15) Obstáculos a la vigencia de los derechos humanos: la hipocresía jurídica y el cinismo de los grandes poderes.
SEGUNDA PARTE: LOS DERECHOS HUMANOS EN NUESTRA HISTORIA
1)Las violaciones de derechos en la historia.
2)El peligro del negacionismo y la importancia de la Memoria.
3)Un homenaje a Manuel Belgrano y Mariano Moreno.
4) Antecedentes constitucionales:
5) La Constitución de 1853 y las violaciones de derechos bajo la oligarquía.
6) El constitucionalismo social: la Constitución de 1949
7) Las dictaduras militares, la resistencia peronista, la Doctrina de Seguridad Nacional y el terrorismo de Estado.
8)Los defensores de los derechos humanos hacen frente al horror.
9) El Nunca Más y el Juicio a las Juntas
10)Las leyes y decretos de impunidad
11) La Constitución de 1994
12)Derogación y anulación de las leyes de impunidad, juicios por la verdad y reanudación de los juicios a represores.
13)Violaciones de derechos en democracia.
14)El gobierno de Kirchner y los Derechos Humanos como política de Estado.
PARTE TERCERA
DERECHOS INDIVIDUALES Y CONSTITUCIÓN. SEGURIDAD Y DERECHOS HUMANOS. DELITOS Y PENAS
1)La Constitución recoge las tres generaciones de derechos.
2)La Constitución es un sistema armónico de libertad, igualdad y dignidad para garantizar el respeto a los derechos humanos.
3)Derechos expresos e implícitos. El principio de reserva como reafirmación tajante de nuestra libertad.
4)La reglamentación de los derechos.
5) Breve repaso de las normas constitucionales.
6) Reivindicación de la Constitución de 1853.
7) Un debate permanentemente actualizado: “¿Derechos humanos versus seguridad?”
8) Qué son las penas, su justificación y por qué no pueden resolver por sí solas la delincuencia social.
9) Los derechos del individuo en el proceso penal
10) Derechos de las víctimas
11) El mundo de las cárceles
12) La tortura
13) La pena de muerte.
14)Criminalización del conflicto social versus integración
15) La criminalización de la pobreza es una expresión del odio de clase.
CUARTA PARTE: LOS DERECHOS HUMANOS EN NUESTRA CONSTITUCIÓN: DERECHOS SOCIALES Y NUEVOS DERECHOS.
1)La Constitución social de 1949.
2)La “reforma” de 1957 y el artículo 14 bis.
3)El desempleo, la flexibilización, la marginación y el rol dignificador de las organizaciones sociales.
4)La reforma de 1994.
5) El derecho a un ambiente sano.
6) Derechos de usuarios y consumidores.
7) Nuevas normas sobre derechos políticos y participación popular.
8) Garantías de los derechos: amparo, habeas corpus y habeas data.
9)Otras normas protectoras de derechos. Las normas internacionales.
QUINTA PARTE LOS DERECHOS HUMANOS EN EL DERECHO INTERNACIONAL:
1)Un homenaje a Alberdi. .
2)Qué es y para que sirve el derecho internacional de los derechos humanos.
3) La evolución internacional: las Naciones Unidas.
4) La Organización de los Estados Americanos.
5)La protección de los Derechos Humanos en el Derecho Internacional.
6) El Derecho Penal Internacional.
7) El despertar de la conciencia jurídica internacional.
8)El derecho a un ambiente sano como problema global con incidencia en el futuro de la Humanidad.
CONCLUSIÓN: ENEMIGOS INTERIORES DE LOS DERECHOS HUMANOS
jueves, 5 de marzo de 2009
La “moda” de la pena de muerte, la justicia por mano propia y los linchamientos.
Por Javier Garin
La conductora televisiva que, afectada por un crimen, proclama que “los que matan deben morir”, pide la pena de muerte y deplora los derechos humanos, no incurre en un simple exabrupto. Reproduce un discurso represivo sistemático, sostenido desde algunos sectores de nuestra sociedad, cuyos ejes son el descreimiento en la ley, el proceso legal presentado como “un escollo”, la nostalgia por las ejecuciones sumarias y la legitimidad de la venganza y la muerte.
La diatriba contra los derechos humanos es de vieja data. Baste recordar al relator de fútbol a sueldo de la Armada que en plena dictadura convocaba a las hinchadas a manifestarse contra la Comisión Interamericana de Derechos Humanos bajo el lema seudo nacionalista “los argentinos somos derechos y humanos”. Ya en democracia, los comisarios de la “maldita policía”, para evitar denuncias por “gatillo fácil”, inventaron el argumento de que los derechos humanos les impedían brindar seguridad a la población.
Tal vez Susana no ignore que, si bien la pena de muerte fue suprimida de nuestra legislación, siempre ha existido la “pena de muerte extralegal”, es decir: las desapariciones forzadas, las ejecuciones clandestinas, el “gatillo fácil” y últimamente los “ajusticiamientos”. ¿A cuál de estas variantes se habrá referido en su reclamo?
La machaca sobre la inseguridad prepara y facilita el terreno para el florecimiento represivo, magnificada mediáticamente con imágenes de cadáveres y con reportajes morbosos a las victimas en estado de shock. Así se instala un clima de terror generalizado, incluso en sectores no afectados por el problema. Al dar una charla en Jujuy, en el 60 aniversario de la Declaración Universal de Derechos Humanos, me encontré con gente espantada por “la inseguridad” –drama casi inexistente en esa tranquila provincia-, reproduciendo la paranoia transmitida por los medios de Buenos Aires.
La letigimcion social de las vias de hecho es una consecuencia. Noticieros sensacionalistas muestran a vecinos indignados incendiando casas o intentando linchar a algún presunto criminal: pasó a ser parte del “gancho” de una cobertura. Podría referir decenas de casos en que tomé conocimiento directo o indirecto de venganzas privadas y tentativas de linchamiento, que hoy proliferan, fogoneadas por los profetas mediáticos de la muerte vindicativa. Siempre terminan mal, a veces con el asesinato de un inocente, como el adolescente “ajusticiado” por error hace poco en Misiones, al confundirlo los “justicieros” con el asesino de otro chico.
La insistencia autoritaria impuso clisés: “la inseguridad es el principal problema del país”, “las leyes son blandas”, “los delincuentes entran por una puerta y salen por la otra”, “la Justicia no sirve”, “los derechos humanos defienden a los delincuentes”, “el delito no se debe a causas sociales sino a malas leyes”. En conversaciones privadas (no queda bien proclamarlo en los medios) se agrega como corolario: “hay que matarlos a todos”, aludiendo con racismo a “los negros”, “los villeros”, es decir: los pobres, cuya sola presencia aumenta en el medio pelo la “sensación de inseguridad”.
Algunos fomentan este discurso por motivos electorales: el miedo inclina a la gente a abrazar a cualquier demagogo que les prometa soluciones mágicas. Otros, porque responden al lobby de la mafia policial que ambiciona las manos libres para mantener o recuperar negocios sucios. Otros, porque quieren reivindicar indirectamente la represión ilegal de los años setenta y desacreditar a las organizaciones de derechos humanos.
Parece que la inseguridad no se debiera a factores tales como el déficit en las condiciones económicas, sociales y educativas o la capacidad multiplicadora de delitos del narcotráfico, sino a la maligna intervención de esos “enemigos de la tranquilidad pública” que somos los militantes de derechos humanos. Cuando recorro el país dando cursos de formación, o en los reportajes concedidos a medios locales, nunca falta quien nos acuse de “defender a los delincuentes”. Pacientemente explico que lo que defendemos es el Estado de Derecho, la ley y la Constitución ; que las tan denostadas “garantías” deben respetarse, no por simpatía con los culpables, sino para preservar a los inocentes de una condenación injusta; y que cuando nos oponemos a la tortura, el gatillo fácil, las ejecuciones sumarias y otras barbaries no lo hacemos por solidaridad con los criminales sino para impedir que la sociedad en su conjunto quede sometida a estas prácticas cavernarias y al arbitrio despótico de unos pocos supuestos “justicieros” que terminan siendo los criminales más peligrosos.
Los pregoneros de la mano dura añoran la tortura, método inhumano y perversamente ineficiente, que permite la impunidad del culpable capaz de resistir al dolor y la condenación del inocente que confiesa para evitar un sufrimiento insoportable. Estar en contra de esta aberración equivale para algunos a “defender a los delincuentes”. ¿Acaso también defendían a los delincuentes los Padres de la Patria –Belgrano, Moreno y San Martín- al introducir los derechos humanos en estas tierras, o la Asamblea del Año XIII al quemar los instrumentos de tortura, o los Constituyentes de 1853 al proscribir los tormentos, la pena de muerte y los azotes, declarando inviolable la defensa en juicio de las personas y sus derechos? Por no respetar estos derechos fue que nuestro país sufrió un oprobioso terrorismo de Estado.
En una charla del Foro Nacional de Derechos Humanos, Laura Bonaparte produjo uno de los mejores argumentos que escuché contra la pena de muerte. Dijo: “Nunca las Madres de Plaza de Mayo pedimos la pena de muerte para los que asesinaron a nuestros hijos. Si alguien tenía motivos para pedir una pena como ésa éramos nosotras. Pero no lo hicimos porque no creemos en la muerte. Creemos en la Justicia. Hubo mucha muerte en Argentina, una cultura de la muerte, que sólo puede ser combatida mediante una contracultura de la vida. Como defensoras de la vida, no estuvimos ni estaremos a favor de la pena de muerte.”
Frente a tanto discurso autoritario con sed de venganza y linchamientos, seria bueno que refresquemos en la memoria el ejemplo de nuestras queridas Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, que nunca reclamaron ni practicaron la venganza y sí solamente la Justicia.
La conductora televisiva que, afectada por un crimen, proclama que “los que matan deben morir”, pide la pena de muerte y deplora los derechos humanos, no incurre en un simple exabrupto. Reproduce un discurso represivo sistemático, sostenido desde algunos sectores de nuestra sociedad, cuyos ejes son el descreimiento en la ley, el proceso legal presentado como “un escollo”, la nostalgia por las ejecuciones sumarias y la legitimidad de la venganza y la muerte.
La diatriba contra los derechos humanos es de vieja data. Baste recordar al relator de fútbol a sueldo de la Armada que en plena dictadura convocaba a las hinchadas a manifestarse contra la Comisión Interamericana de Derechos Humanos bajo el lema seudo nacionalista “los argentinos somos derechos y humanos”. Ya en democracia, los comisarios de la “maldita policía”, para evitar denuncias por “gatillo fácil”, inventaron el argumento de que los derechos humanos les impedían brindar seguridad a la población.
Tal vez Susana no ignore que, si bien la pena de muerte fue suprimida de nuestra legislación, siempre ha existido la “pena de muerte extralegal”, es decir: las desapariciones forzadas, las ejecuciones clandestinas, el “gatillo fácil” y últimamente los “ajusticiamientos”. ¿A cuál de estas variantes se habrá referido en su reclamo?
La machaca sobre la inseguridad prepara y facilita el terreno para el florecimiento represivo, magnificada mediáticamente con imágenes de cadáveres y con reportajes morbosos a las victimas en estado de shock. Así se instala un clima de terror generalizado, incluso en sectores no afectados por el problema. Al dar una charla en Jujuy, en el 60 aniversario de la Declaración Universal de Derechos Humanos, me encontré con gente espantada por “la inseguridad” –drama casi inexistente en esa tranquila provincia-, reproduciendo la paranoia transmitida por los medios de Buenos Aires.
La letigimcion social de las vias de hecho es una consecuencia. Noticieros sensacionalistas muestran a vecinos indignados incendiando casas o intentando linchar a algún presunto criminal: pasó a ser parte del “gancho” de una cobertura. Podría referir decenas de casos en que tomé conocimiento directo o indirecto de venganzas privadas y tentativas de linchamiento, que hoy proliferan, fogoneadas por los profetas mediáticos de la muerte vindicativa. Siempre terminan mal, a veces con el asesinato de un inocente, como el adolescente “ajusticiado” por error hace poco en Misiones, al confundirlo los “justicieros” con el asesino de otro chico.
La insistencia autoritaria impuso clisés: “la inseguridad es el principal problema del país”, “las leyes son blandas”, “los delincuentes entran por una puerta y salen por la otra”, “la Justicia no sirve”, “los derechos humanos defienden a los delincuentes”, “el delito no se debe a causas sociales sino a malas leyes”. En conversaciones privadas (no queda bien proclamarlo en los medios) se agrega como corolario: “hay que matarlos a todos”, aludiendo con racismo a “los negros”, “los villeros”, es decir: los pobres, cuya sola presencia aumenta en el medio pelo la “sensación de inseguridad”.
Algunos fomentan este discurso por motivos electorales: el miedo inclina a la gente a abrazar a cualquier demagogo que les prometa soluciones mágicas. Otros, porque responden al lobby de la mafia policial que ambiciona las manos libres para mantener o recuperar negocios sucios. Otros, porque quieren reivindicar indirectamente la represión ilegal de los años setenta y desacreditar a las organizaciones de derechos humanos.
Parece que la inseguridad no se debiera a factores tales como el déficit en las condiciones económicas, sociales y educativas o la capacidad multiplicadora de delitos del narcotráfico, sino a la maligna intervención de esos “enemigos de la tranquilidad pública” que somos los militantes de derechos humanos. Cuando recorro el país dando cursos de formación, o en los reportajes concedidos a medios locales, nunca falta quien nos acuse de “defender a los delincuentes”. Pacientemente explico que lo que defendemos es el Estado de Derecho, la ley y la Constitución ; que las tan denostadas “garantías” deben respetarse, no por simpatía con los culpables, sino para preservar a los inocentes de una condenación injusta; y que cuando nos oponemos a la tortura, el gatillo fácil, las ejecuciones sumarias y otras barbaries no lo hacemos por solidaridad con los criminales sino para impedir que la sociedad en su conjunto quede sometida a estas prácticas cavernarias y al arbitrio despótico de unos pocos supuestos “justicieros” que terminan siendo los criminales más peligrosos.
Los pregoneros de la mano dura añoran la tortura, método inhumano y perversamente ineficiente, que permite la impunidad del culpable capaz de resistir al dolor y la condenación del inocente que confiesa para evitar un sufrimiento insoportable. Estar en contra de esta aberración equivale para algunos a “defender a los delincuentes”. ¿Acaso también defendían a los delincuentes los Padres de la Patria –Belgrano, Moreno y San Martín- al introducir los derechos humanos en estas tierras, o la Asamblea del Año XIII al quemar los instrumentos de tortura, o los Constituyentes de 1853 al proscribir los tormentos, la pena de muerte y los azotes, declarando inviolable la defensa en juicio de las personas y sus derechos? Por no respetar estos derechos fue que nuestro país sufrió un oprobioso terrorismo de Estado.
En una charla del Foro Nacional de Derechos Humanos, Laura Bonaparte produjo uno de los mejores argumentos que escuché contra la pena de muerte. Dijo: “Nunca las Madres de Plaza de Mayo pedimos la pena de muerte para los que asesinaron a nuestros hijos. Si alguien tenía motivos para pedir una pena como ésa éramos nosotras. Pero no lo hicimos porque no creemos en la muerte. Creemos en la Justicia. Hubo mucha muerte en Argentina, una cultura de la muerte, que sólo puede ser combatida mediante una contracultura de la vida. Como defensoras de la vida, no estuvimos ni estaremos a favor de la pena de muerte.”
Frente a tanto discurso autoritario con sed de venganza y linchamientos, seria bueno que refresquemos en la memoria el ejemplo de nuestras queridas Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, que nunca reclamaron ni practicaron la venganza y sí solamente la Justicia.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario